08 marzo, 2024

Sobre el terreno del genocidio: arena, mierda, carne en descomposición y zapatillas sueltas — Susan Abulhawa

 

La Intifada Electrónica – 08/03/2024

Traducción del inglés: Arrezafe


Preparando una fosa común en Rafah, en el sur de Gaza.
 Mohammed Talatene DPA vía ZUMA Press


Con acceso al mundo ahora denegado y rodeadas por alambre de púas y cercas eléctricas, las costas del Mediterráneo solían ser el lugar singular en que los palestinos en Gaza respiraban la majestuosidad de la tierra de Dios.


Era el lugar al que iban las familias para divertirse, donde los amantes iban para profundizar sus lazos, donde los amigos se sentaban en la arena y compartían confiados.


Es donde la gente iba a pensar y contemplar un mundo tan poco generoso con ellos.


Donde iban a bailar, fumar shisha y evocar recuerdos.


Pero ahora esas costas son una tortura.


Como región costera, el suelo de Gaza es arenoso, incluso hacia el interior. Ahora que casi el 75 por ciento de su población vive en tiendas de campaña improvisadas, la arena lo invade todo.


Está en la comida, la poca que hay, una arenilla no deseada en cada bocado. Apelmaza el cabello todo el tiempo.


Se cuela debajo del hijab, que ahora las mujeres se ven obligadas a usar todo el tiempo por falta de privacidad. El cuero cabelludo pica constantemente y la gente se afeita cada vez más la cabeza, una decisión particularmente dolorosa para las mujeres y las niñas, otro detalle más de esta degradación deliberada contra toda una sociedad.


Los afortunados con acceso a agua potable podrán disfrutar de unas horas de respiro antes de que la arena vuelva a imponerse.


Dondequiera que haya arena, hay diminutos cangrejos de arena, y a medida que sube la temperatura aparecen más insectos.


Una amiga me envió fotos de lo que pensó que era una erupción cutánea en sus extremidades, con la esperanza de que pudiera consultar con un médico por ella. Reconocí de inmediato que probablemente se trataba de picaduras de insectos y dos médicos confirmaron mi sospecha.


Ella juró que había sido meticulosa al limpiar su lugar para dormir a diario, pero los médicos le explicaron que esos insectos podían ser demasiado pequeños para verlos. Estos microscópicos agresores en su piel se sumaron a lo que ya había soportado: bombas y disparos indiscriminados, falta de todo, escenas espantosas de muerte y desmembramiento casi a diario, el constante zumbido de drones, el deterioro de la familia, cuyos miembros necesitan medicamentos que no están disponibles y la imposibilidad de simplemente regresar a casa.


Humillación


Es doloroso presenciar los crueles detalles de una sociedad ancestral reducida a las necesidades primarias más elementales. Una amiga que vivía en un hermoso departamento con comodidades modernas, que enseñaba en la escuela primaria y dirigía programas recreativos extraescolares para niños, ahora estructura sus días en torno a dos horribles visitas a un baño al aire libre compartido por cientos de personas.


Es un agujero pútrido en el suelo coronado por un cubo que corta la piel. No sabe dónde desemboca, pero "por supuesto, no tira de la cadena", dice.


Algunas personas hacen sus necesidades fuera del agujero, directamente en la tierra, por lo que a veces se ve obligada a caminar sobre mierda. En torno al agujero, cuatro paredes de plástico, pero carece de techo, lo que añade otra capa de humillación cuando llueve.


Temprano en la mañana es el mejor momento para acudir porque la fila es más corta. Ella tiene cuidado cuando come o bebe, no sea que tenga que ir en el momento equivocado.


Su hija de 6 años está aprendiendo a contenerse el mayor tiempo posible. Su hijo mayor puede acompañar a su padre al trabajo, donde hay un baño que funciona, pero lo único que siente es culpa cuando hace sus necesidades, me cuenta su madre.


Le traje algunos artículos de tocador básicos y casi lloró al tocar la loción para la piel.


"Sigo pensando que algún día me despertaré y me daré cuenta de que todo esto fue sólo un mal sueño", dice.


Camino terrible


Es un sentimiento que escuché muchas veces de distintas personas en diferentes partes de Gaza. La denigración de sus vidas ha sido tan aguda y rápida que la mente apenas puede comprender la realidad.


"Nunca imaginé que esta podría ser mi vida", dice y luego hace una pausa y agrega, "pero no siento que tenga derecho a quejarme porque al menos mi familia sigue viva".


Esto es algo que escuché repetidamente también en Rafah.


Se sienten culpables por haber sobrevivido hasta ahora. Se sienten privilegiados porque tienen comida, por rancia e inadecuada que sea, mientras sus amigos, vecinos y otros familiares se mueren de hambre lentamente en las zonas norte y centro-norte.


Se trata de personas que caminaron durante horas con las manos en alto, siendo objeto de burlas continuas por parte de los soldados israelíes a lo largo del camino, aterrorizadas de mirar hacia abajo o agacharse para recoger algo porque eso era motivo del disparo de un francotirador, trágico destino que muchos encontraron en el camino. Los soldados saquearon las pertenencias de casi todos y ensuciaron el camino con todo lo que no querían.


"Mis hijos también vieron personas muertas y partes de cuerpos humanos en distintos grados de descomposición a la orilla de la carretera. ¿Qué harán esas imágenes en sus cabezas?", me dice ella.


Su hijo de 8 años perdió su shibshib (sandalias) izquierdo mientras caminaban por ese terrible sendero, pero tuvo que seguir caminando sólo con el restante, porque mirar hacia abajo o, peor aún, agacharse, podía suponerle la muerte.


Aunque se había mantenido estoico ante un terror inimaginable, la pérdida de su zapato fue lo que desmanteló su compostura. Lloró de vez en cuando, rechazando el shibshib de su madre, hasta que un compañero refugiado que caminaba junto a ellos, con las manos levantadas y aterrorizado, logró arrastrar un shibshib desechado por el camino hacia él.


"Afortunadamente era el pie izquierdo, así que, aunque no coincidían, volvió a tener un par", dijo su madre.



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