Muchas de las
enfermedades infecciosas se transmiten del animal al hombre. La
ganadería industrial, con sus animales hacinados en espacios
diminutos y atiborrados de antibióticos podría provocar nuevas
crisis sanitarias todavía más graves que la actual. Staf Henderickx
nos explica por qué es necesario cambiar este peligroso modelo.
(IGA)
La mundialización de
las enfermedades
Cuando hablamos de
mundialización, solemos referirnos a la economía, pero también hay
mundialización de enfermedades, se llaman pandemias. La pandemia del
coronavirus es un buen ejemplo de este tipo de mundialización. Hay
que anotar que hasta ahora, las pandemias más famosas han sido
provocadas por el virus de la influenza.
No se debe confundir un
simple resfriado provocado por los rinovirus o adenovirus con el
virus de la gripe. Es cierto que en mi profesión estamos
acostumbrados a que esto siempre se confunda. Lo que pasa es que el
virus de la influenza nada tiene que ver con un simple resfriado, al
contrario, este virus es muy perverso porque cada año puede ser
completamente diferente al del año anterior. La mal llamada 'gripe española' de
1918, que mató a 20 millones de personas, fue un buen ejemplo de esto.
Muchas de las pandemias
tienen su origen en enfermedades transmitidas por los animales. A
estas enfermedades se les llama zoonosis y consisten básicamente en
que el virus o la bacteria vive en un animal huésped, y después se
contagia al ser humano si se produce un contacto entre ambos.
El sida y el Ebola son
dos buenos ejemplos de unos virus que existían previamente en los
monos. Por otro lado, los insectos también ayudan a propagar los
virus porque actúan como huésped intermediario entre el animal y el
hombre. Por eso, muchos de nuestros antepasados de la edad media, se
contagiaron de la bacteria de la peste a través de la mordedura de
las pulgas que habían estado en contacto con ratas. No podemos negar
que tener contacto con animales salvajes o insectos exóticos es un
peligro evidente para la transmisión de enfermedades. Incluso el
contacto directo con algunos pájaros como los pericos, puede
provocar la psitacosis (ornitosis). Recordemos que, en Bélgica, unas
123 personas se contagiaron de esta neumonía peligrosa después de
visitar una exposición avícola organizada en 1983.
En el 2003, una neumonía
muy grave provocada por un coronavirus desconocido se dio en
Guandong, China. A esa enfermedad se la conoce como SARS (Severe
Acute Respiratory Syndrome o SRAS Síndrome respiratorio agudo
grave). Un coronavirus muy similar a éste ha estado sobreviviendo
alojado en la civeta, un animal muy apreciado en la gastronomía
China. En diciembre del año 2019 se comenzaron a dar muchos casos de
neumonías en Wuhan. Los investigadores identificaron el agente
patógeno con el nombre de coronavirus SARS-COV-2. Muchos de los
infectados por este agente habían visitado un mercado de animales
donde, además de pollos, también se vendían murciélagos y
serpientes. De hecho, según las últimas investigaciones, parece que
esta enfermedad proviene de los murciélagos puesto que se ha
descubierto en estos animales un coronavirus similar en un 95% al del ser
humano.
Las personas comemos
lo que sea
Lo que debemos concluir
de todo esto es que debemos tener mucho cuidado con el contacto
directo con animales exóticos. Y por supuesto no se debe comer
animales carnívoros, como murciélagos o monos, porque éstos viven
juntos en grandes grupos y es muy peligroso (1). Para poner un freno
a este tipo de consumo es necesario hacer una concienciación social
y cultural en aquellos países consumidores. En realidad, no es que
en China tengan un aprecio particular por estos animales, lo que pasa es que, hasta los años 60, este país tuvo oleadas de hambrunas tan
graves que hizo que los chinos buscasen fuentes de proteínas donde
fuere.
Pero la industria de la
carne en Europa tampoco se libra. Por ejemplo, en Gran Bretaña hace
unos años, la harina con la que se alimentaba a las vacas se
componía de pezuñas, plumas, serrín, periódicos, cadáveres de
ovejas y bóvidos enfermos. Esta harina contenía una gran cantidad
de priones, o sea, proteínas animales. Por culpa de esta
alimentación, cientos de miles de vacas se pusieron enfermas:
sufrían vértigos y desequilibrios espantosos hasta que morían. Los
priones fueron identificados como la causa principal de esta
enfermedad cerebral. La gente consumió carne de esas vacas enfermas.
O sea que, aunque después las sacrificasen por millones, ya era
demasiado tarde. Otro caso relacionado con carne contaminada de
hamburguesas fue el de una niña británica que murió por la
enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.
Ahora que estamos viendo
el impacto del coronavirus en el planeta, buena parte de la
humanidad, y sobre todo su parte más holgada económicamente,
debería preguntarse qué es lo que vamos a hacer con este panorama
de consumo masivo de carne que hemos creado.
Las enfermedades no
conocen fronteras
La mejor manera de
desarrollar agentes patógenos, es arrejuntando cantidades enormes de
seres humanos o animales en un espacio cerrado. Y esta es la razón
de que la industria de la ganadería industrial sea un peligro para
la salud pública. De hecho, está comprobado que estos lugares
promueven la transmisión de agentes patógenos entre animales, pero
también entre animales y humanos. Parece que no nos acordamos del
pánico que provocó la gripe aviar en 1997, cuando se descubrió que
una variante del virus de la gripe podía transmitirse de las aves de
corral a los seres humanos. En Hong Kong 17 personas contrajeron el
virus de la gripe aviar. Murieron cinco. En octubre del 2006, la
Organización Mundial de la Salud avisó de que 256 personas habían
contraído esa enfermedad en diez países diferentes y el 59% habían
fallecido. Millones de aves de corral fueron sacrificadas en el mundo
entero. Se limitó el transporte de las mismas y se pusieron en
marcha campañas de vacunación por todos lados.
En el 2009, la llamada
gripe mexicana, mató a 17 483 personas en todo el mundo. Se le llamó
la “gripe porcina” puesto que se detectó un virus influenza
similar en los cerdos. En realidad, la ganadería industrial no solo
es un terreno fértil para la propagación de virus peligrosos, sino
para el desarrollo de todo tipo de bacterias.
Cuanta más cantidad de
animales vivan en un mismo recinto, más probabilidades hay de que
una infección se propague entre estos animales ya de por sí
debilitados por las condiciones en las que viven.
La solución que se
aporta, es que utilicemos enormes cantidades de antibióticos para
prevenir las infecciones de animales en las ganaderías industriales.
Y es por eso que hoy en día, la mitad de todos los antibióticos
consumidos en el mundo se dedican a la ganadería industrial. En los
Estados Unidos llegan incluso al 75% porque los antibióticos
aumentan la masa de carne entre un 5 y un 15%. Estas prácticas
macabras están afortunadamente prohibidas en Europa. La legislación
europea marca un límite máximo de residuos de estos medicamentos
(LMR). Además, cuando el ganadero tiene que suministrar antibióticos
a los animales, tienen que hacerlo con mucha antelación previa al
sacrificio y consumo. Por otro lado, la publicad directa –dirigida
a los ganaderos– para la promoción de antibióticos está
prohibida, excepto en Gran Bretaña. Está prohibida en teoría, ya
que en la práctica no es así puesto que en el año 1992 se
descubrieron residuos excesivos en el 7.3% de los animales
sacrificados en Bélgica y en 1993 este porcentaje aumentó al 15.3%.
Un punto positivo es que desde 2007, la utilización de antibióticos
en ganadería ha disminuido de un tercio, pero esto no quita que
Bélgica siga estando a la cabeza de Europa en el uso de estos
medicamentos. En el 2010, se suministraron 89 toneladas de
sulfamidas, 80 toneladas de penicilina y 74 toneladas de
tetraciclinas. Además, existe una práctica nefasta que consiste en
suministrar antibióticos a todo el rebaño completo de animales para
asegurarse de que ningún animal contraiga enfermedades. Estas
prácticas disminuyen los efectos de los antibióticos.
La producción industrial
masiva también ha alcanzado al sector del pescado. La costa
occidental de Escocia está completamente invadida por unas granjas
marinas principalmente ligadas a cuatro empresas: Marine Harvest, Sea
Farms, Lighthouse Caledonia y Grieg Seafood Hjaltland. Las cuatro
empresas cotizan en la bolsa de Oslo. Los pescados que están criados
industrialmente se amontonan en jaulas y son muy sensibles a las
enfermedades. Para que no se parasiten ni se infecten, se les suele tratar con insecticidas y antibióticos.
En el 2012, el gobierno
creó una taskforce (grupo de trabajo) para tratar de resolver el
problema de estas bacterias. El presidente del AMCRA (Antimicrobial
Consmumption and Resistance in Animals – Consumo y resistencia
antimicrobiana en los animales) se esfuerza por tratar de reducir a
la mitad el consumo de antibióticos en animales para el año 2020.
Personalmente, no creo que sea probable que lo consiga.
La industria alimentaria
alega que las dosis de antibióticos presentes en la carne son tan
pequeñas que el peligro es mínimo. Pero esto no es cierto. La
realidad es que el uso masivo de antibióticos en la ganadería
industrial provoca que las bacterias resistan a los antibióticos.
Hoy en día, mueren al año en la Unión Europea 25.000 personas por
causas relacionadas con estos microbios hiperresistentes, o por
consumo de comida contaminada. Pero el principal peligro, que está a
la vuelta de la esquina, es que, en algún momento, algunas de estas
bacterias podrían transmitirse del animal al hombre… Y después de
hombre a hombre. Esto sería una verdadera catástrofe mundial.
Algunos expertos en salud pública publicaron un artículo en The
Lancet, diciendo que esta situación nos llevaría a una pandemia con
62 millones de víctimas, principalmente entre las capas de población
más indefensas de los países pobres.
La ganadería industrial
trae otros peligros adicionales. En estas explotaciones ganaderas, a
veces se encuentren substancias tóxicas dentro de la cadena
alimenticia. Bélgica se vio envuelta en un escándalo de este tipo
en 1999. Bélgica cría 55 millones de pollos al
año, y lo que ocurrió es que una parte de estos pollos se contaminó
de PCB y dioxinas provenientes de aceite de transformadores. Y hay
que saber que incluso en una proporción mínima, estas substancias
son muy cancerígenas. Por esta razón, cantidades gigantescas de
carne de pollo y de cerdo, así como productos lácteos y huevos
tuvieron que retirarse de los supermercados. Siete millones de pollos
junto con 60.000 puercos fueron sacrificados y la producción de unas
2000 empresas del sector quedaron paralizadas durante meses.
Los intereses detrás
de la industrialización masiva de carne y pescado
El mundo financiero y los
bancos siempre están al acecho de inversiones que les den
beneficios. Pero muchos sectores industriales están en crisis y ya
no son interesantes para estos avispados inversores. Por esta razón,
al final del siglo XX, el sector bancario encabezado por Goldman
Sachs se abalanzó hacia el sector de la agricultura masiva. Preveían
que podían ganar mucho dinero invirtiendo en este sector, así que
invirtieron masivamente en todas las fases del agrobusiness: desde la
producción, al almacenamiento, el transporte, la transformación, el
comercio y el consumo. Así que este negocio ha crecido
exponencialmente. Y cómo no, las empresas grandes absorben a las
pequeñas. A esto se le ha puesto el nombre de foodopoly. Las cuatro
principales agromultinacionales (Cargill, Tyson Foods, BRF y Alltech)
controlan el 42 % del mercado mundial de la alimentación, 82% de la
carne de res, 63% de la carne de cerdo y 53% de la carne de pollo. En
el 2011, la industria americana de la carne facturaba 186.000
millones de dólares. O sea, más que el PNB de un país como
Hungría. La industria de la carne y del pescado esta formada por
multinacionales que cotizan en bolsa, y como sabemos la bolsa es un
lugar donde, más que en ningún otro lugar, se pone el beneficio por
encima de todo. Lo que prevalece es ganar el máximo dinero posible, no importa que una comida de pésima calidad sea el resultado. Y
mientras tantos, la concentración de animales aglomerados en
establos gigantescos se va convirtiendo en un problema cada vez más
alarmante para la salud pública mundial.
¿Qué podemos hacer
con todo esto?
Afortunadamente, la
humanidad ha progresado mucho en el conocimiento médico. Ahora
disponemos de antibióticos contra las bacterias y vacunas contra los
virus. Gracias a ello hemos logrado controlar las pandemias e incluso
erradicarlas de la faz de la tierra. De hecho, antes de las campañas
de vacunas de 1957, unas cien personas al año morían de tétanos,
principalmente jóvenes. En una visita que hice a Indonesia pude ver
con mis propios ojos en una sala de hospital, como muchísimos
jóvenes enfermos de tétanos se debatían entre la vida y la muerte.
Pero frente a estos avances médicos siempre está la otra cara de la
moneda. Y la otra cara es que las bacterias tienen cada vez más
resistencia a los antibióticos y el desarrollo de vacunas requiere
de cada vez más tiempo. Así que ha llegado el momento de que
cojamos el toro por los cuernos y enfrentemos la realidad.
Durante toda su vida, un
belga consume de media 1800 animales: 891 pollos, 789 pescados, 42
cerdos, 7 ovejas, 5 vacas, 24 conejos, 43 pavos y 1/3 de caballo. Es
decir, demasiado, lo miremos como lo miremos. Los médicos
recomiendan comer como mucho 300 gramos de carne a la semana. Es
cierto que el consumo de carne de los belgas ha bajado de 100 a 86
kilos, pero sería muy aconsejable que todos sin excepción,
reduzcamos nuestro consumo de carne y que comamos solo carne de
origen ecológico. La mayoría de los estudios aseguran que los
vegetarianos están más sanos que los que comen carne. Se trata de
una elección personal, pero simplemente con buenas intenciones no
cambiaremos el mundo.
De la misma manera que
los gobernantes han tomado medidas radicales y masivas para evitar la
catástrofe de la epidemia del coronavirus, también deberían hacer
uso de su radicalidad para ponerle solución a los problemas de la
ganadería industrial de animales. En el año 2008, en el marco de la
ONU, cuatrocientos científicos de cincuenta países diferentes
pusieron sobre la mesa el informe IAASTD (International Assessment of
Agricultural Knowledge, Science and Technology for Development
[Evaluación internacional de los conocimientos, de las ciencias y de
las tecnologías agrícolas para el desarrollo] donde se afirma que
la agricultura de los pequeños productores es la mejor solución a
largo plazo para nuestra seguridad alimentaria. Este informe se llevó
a cabo a través de la colaboración de personal vinculado a la
política, a la industria, al consumo, a la ciencia, al campesinado,
a las ONG y a otras organizaciones de ciudadanos. Sus conclusiones
estaban claras. Tenemos que orientar nuestros esfuerzos hacia una
agricultura diversificada y a pequeña escala que ofrezca una
solución a la crisis climática y a la biodiversidad, pero también
a la salud pública. El mensaje está claro, pero los gobiernos
continúan apoyando el peligroso modelo de la producción alimentaria
a gran escala.
Las dos fuentes
principales de riqueza, o sea, la naturaleza y el trabajo humano,
están hoy en día al servicio de la acumulación capitalista. Esta
es una situación absurda si tenemos en cuenta las consecuencias
catastróficas que esto provoca en el plano social y ecológico.
Tenemos que volver a la idea de que nadie es dueño de la tierra, y
menos los grandes capitalistas del agrobusiness. Solo la estamos
tomando prestada y trabajando por un tiempo limitado. Y tenemos la
misión sagrada de ceder a las generaciones venideras una tierra en
buen estado. Además, debemos volver a armonizar el trabajo humano
con la naturaleza. Solo así lograremos sobreponernos a las pandemias
más desastrosas.
Staf Henderickx, Lommel,
15 marzo del 2020.
Traducido al español de la versión francesa de Jean-Marie Flemal por Enrique
Cebrián para Investig’Action
Nota:
1- Anotemos que el origen
exacto del Covid-19 todavía no está claro. Según un estudio de la
Universidad de agricultura del sur de China, el eslabón entre el
murciélago y el hombre podría ser el pangolín, un animal muy
apreciado en Asia.
La ganadería industrial y agricultura masiva, son un gran negocio, como todo lo relacionado con los alimentos. La solución está muy bien explicada en el párrafo final del texto. Este tipo de alimentación efectivamente nos enferma y mata poco a poco. ¿Necesitamos más pruebas aún para ver los objetivos irrenunciables del capitalismo?. No serán ellos, las grandes corporaciones que controlan el mundo, quienes aporten la solución, quienes pongan en practica lo que ya se sabe ha de cambiar. Su objetivo es enriquecerse, no mejorar la vida de las personas y preservar el planeta. Un abrazo.
ResponderEliminarVolvemos a la "normalidad", es decir, a seguir destrozando la nave. Vamos hacia el desastre. Un abrazo.
EliminarEn cuanto mete la mano la industria es cuando se empiezan a ver contaminaciones masivas, tanto enfermedades como envenenamientos. El problema es pues más profundo, es el sistema, es la industrialización, el procesamiento y la acumulación. El resto que vemos son efectos secundarios.
ResponderEliminarSalud!
Es, en definitiva, el puto capitalismo.
EliminarSalud!