Solidaridad
Obrera – 15/03/20
Secretario de Acción
Criminal
Es extraño que, dentro
de la tradición sindicalista revolucionaria, a la que pertenece
nuestra organización, tengamos que poner este tema sobre la
palestra. No obstante, no es la primera vez que el irracionalismo se
cuela por la puerta de atrás. El ejemplo más claro de esto fue esa
tendencia del sindicalismo revolucionario francés conocida como
sorelismo
que acabó derivando en el fascismo a principios del pasado siglo
[1]. Este tipo de “sindicalistas” eran, no obstante, una minoría
de intelectuales ajenos a la clase trabajadora. El grueso del
movimiento dio gran importancia a la divulgación científica, ya
desde las Bolsas de Trabajo promovidas por Fernand
Pelloutier[2]. También en la historia del anarcosindicalismo
español se ha dado mucha importancia a la ciencia. La Escuela
Moderna de Ferrer y Guardia, que quería sustituir la fe por el
conocimiento científico, ilustra el hecho. Esta línea se mantuvo
indiscutida hasta prácticamente acabado el pasado siglo, cuando
desde aquel acontecimiento, inmerecidamente calificado de
revolucionario, conocido como mayo del 68, los ataques a la ciencia
fueron haciéndose cada vez más agresivos.
Nuestros actuales
irracionalistas, los postmodernos, parecen a todas luces
inofensivos[3]. Pero nada más lejos de la realidad: representan un
verdadero peligro. Pretenden reducir el conocimiento científico a un
discurso más al nivel de la magia o la religión; paradójicamente
pretenden convertir sus opiniones –cargadas de sofismas– en
verdad absoluta, en el discurso hegemónico que tanto critican. En
este artículo reflexionaremos precisamente sobre ciencia.
Por “ciencia”
entendemos fundamentalmente un método para la obtención del
conocimiento, para lo cual se recurre generalmente a la observación
y la experimentación; también para referirnos a un tipo de
conocimiento –cuyo objeto es la naturaleza– que se considera
verdadero y objetivo. El método científico se caracteriza por su
replicabilidad: diferentes individuos pueden obtener los mismos
resultados si siguen el mismo proceso. La estrategia científica se
inicia con el establecimiento de una serie de hipótesis (no verdades
absolutas), a lo que sigue una recogida de datos, un posterior
análisis de los resultados, una discusión y una emisión de
conclusiones. Además de la descripción de fenómenos, se busca
establecer leyes y teorías para explicarlos e incluso predecirlos.
REFLEXIONANDO SOBRE LA
CIENCIA: FILOSOFÍA DE LA CIENCIA
La llamada filosofía de
la ciencia es la disciplina que tiene por objeto de estudio la
ciencia misma; se inició oficialmente con la creación del Círculo
de Viena (1921–1936), que representó la corriente conocida como
positivismo lógico, corriente que en realidad dominó hasta la
década de los sesenta. Dentro del positivismo lógico destacaron
personalidades como Moritz
Schlick, Rudolf
Carnap, Otto
Neurath, Hans
Hahn, Hans
Reichenbach o Carl
Hempel. Recogiendo la tradición empirista de Hume
y positivista de Comte,
se centraron en los fundamentos lógicos de la ciencia, teorizando
sobre el llamado criterio empirista del significado. Las
proposiciones protocolares –por ejemplo, “el cisne es blanco”–
hacían referencia a hechos concretos, que podían verificarse o
confirmarse. Mediante la inducción se llegaba de hechos particulares
a proposiciones generales como leyes o teorías (“todos los cisnes
son blancos”). Renegaban de la metafísica considerando que estaba
formada por proposiciones sin significado real o pseudoproposiciones;
simples confusiones del lenguaje (por ejemplo, “Dios existe”). El
positivismo lógico utilizó el llamado lenguaje fisicalista,
considerando que las demás ciencias podían ser reducidas a
proposiciones físicas, siendo posible así la unificación de la
ciencia. Defendieron además una visión del progreso científico
acumulativa (de menos a más). Esta corriente fue atacada por
aspectos como reducirlo todo a proposiciones, su verificacionismo o
su inductivismo.
El falsacionismo,
cuyo máximo exponente fue Karl
Popper, levantó el vuelo durante la década de los sesenta. Con
esta corriente tenemos un nuevo criterio de demarcación, opuesto al
verificacionismo del positivismo lógico, mediante el cual se pueden
establecer los límites de la ciencia, y diferenciarla de la
pseudociencia. Las teorías sustituyen a las proposiciones
protocolares como elemento de análisis. Popper cuestionó el
principio de inducción razonando que mediante un número finito de
observaciones nunca podíamos llegar a un enunciado universalmente
válido. La simple observación de un hecho contrario (un cisne
negro) desplomaría el enunciado. Esto se llama modus
tollens; argumento según el cual podemos derivar de
ciertos enunciados singulares la falsedad de enunciados universales.
No podemos demostrar que “todos los cisnes son blancos”, pero sí
refutar el enunciado encontrando un cisne negro. Desde el
falsacionismo se sostiene que nunca alcanzamos la verdad, sino que
solamente nos aproximamos a ella mediante hipótesis. Aunque parece
contrario al sentido común, una teoría científica debe tener
falsadores potenciales –la pseudociencia no suele tenerlos,
argumentando ad hoc en muchas ocasiones–, enunciados
contradictorios con la teoría que la hagan falsable. Las teorías
que mejor resisten a la contrastación con la experiencia serían las
más verosímiles.
Imre
Lakatos fue otro de los defensores del falsacionismo, aunque con
algunas modificaciones. Según éste las teorías no eran refutadas
mediante la observación sino simplemente reemplazadas por teorías
rivales que tenían mejores características. Lakatos habló de los
programas de investigación, dentro de los cuales se producía una
sucesión de teorías. Muchas anomalías que contradicen las teorías
se pasan por alto en la realidad científica cotidiana, como ilustra
este autor. A parte del falsacionismo existieron otras concepciones
menos conocidas como la concepción estructural (Patrick
Suppes) o la concepción semántica (Suppe, Van
Fraasen y Giere),
en las que no vamos a entrar.
LA REACCIÓN
IRRACIONALISTA CONTRA LA CIENCIA: EL “ANARQUISMO” EPISTEMOLÓGICO
Thomas
Kuhn fue uno de los primeros filósofos de la ciencia en criticar
la concepción acumulativa del progreso científico, común tanto al
positivismo lógico como al falsacionismo. Introdujo la noción de
paradigma (por ejemplo, la mecánica
newtoniana), que no es más que una visión del mundo compartida
por una determinada comunidad científica. En la práctica
científica, según Kuhn, los científicos no intentan refutar
teorías, y lo que ocurre en determinadas disciplinas es que se
imponen nuevos paradigmas tras lo que se conoce como revolución
científica. No tienen porque ser ni mejores ni peores; simplemente
se imponen. Sería imposible desde esta perspectiva comparar unas
teorías con otras (la llamada inconmensurabilidad entre teorías).
Aun así, Kuhn valoraba la ciencia por encima de, por ejemplo, la
magia o la religión.
Finalmente llegamos a
Paul
Feyerabend, una figura que entronca directamente con la tradición
postmoderna. El hecho de que este autor hablara de anarquismo
epistemológico/metodológico ha servido para seducir a muchos
incautos. En realidad, Feyerabend era políticamente un liberal, y
ante las confusiones acabó finalmente hablando de dadaísmo
epistemológico/metodológico. Atacó cualquier tipo de racionalismo,
manteniendo que no existían argumentos racionales posibles para
diferenciar la superioridad de la ciencia sobre por ejemplo el mito o
el arte. Defendió la regla o principio metodológico del “todo
vale”. El conocimiento científico quedaría reducido al rango de
simple creencia, y las teorías degenerarían siempre en ideologías.
A los ataques de Feyerabend se sumaron el reduccionismo
sociologicista de personajes como Barnes
o David Bloor,
que repitieron la cantinela postmoderna de que “todo es una
construcción social”, incluyendo los hechos mismos, cosa que
irónicamente quita cualquier validez a sus propios análisis al
carecer de base alguna donde sustentarse. ¿Fin del recorrido
histórico? Aquí sí han pretendido ver un progreso –y una verdad
absoluta– nuestros postmodernos, y tener la última palabra.
Veremos, no obstante, que se equivocan.
CONCLUSIÓN: EL
MOVIMIENTO SE DEMUESTRA ANDANDO
Todas estas reflexiones
dentro de la filosofía de la ciencia –desde los positivistas
lógicos al irracionalismo de Feyerabend– se han centrado
únicamente en un aspecto: la fundamentación racional o
justificación del conocimiento científico (lo que se conoce como
epistemología).
El juego retórico o verbal. Pero se ha perdido de vista que la
ciencia tiene un aspecto más destacable: el práctico; su capacidad
de transformar el mundo. Esto se concreta perfectamente en la
tecnología. Sirviéndonos de argumentos puramente pragmáticos
podemos afirmar cosas como la existencia de un mundo objetivo, sin
perdernos en retorcidos razonamientos sobre la naturaleza de la
realidad (ontología).
Los científicos no se pasan todo el día hablando, sino que hacen
cosas (en el laboratorio o donde corresponda). Por mucho que digan
nuestros postmodernos, si un centenar de sujetos replican el mismo
experimento y obtienen el mismo resultado, la teoría defendida tiene
mucha más validez –y objetividad– que todas sus “teorías”
de postal. Es más, ¿a qué no vais al chamán, sino al médico,
cuando presentáis los síntomas de la gripe (o los del coronavirus)?
Pues esto también es una aplicación de la ciencia, una de sus
consecuencias. Si afirmáis por otra parte que no puede conocerse la
verdad ni acercarse a ella, lo mejor que podéis hacer es esto: la
epojé
(ἐποχή) o suspensión del juicio, una forma sutil de deciros
que os calléis y dejéis de dar la brasa. Si nada tuviese veracidad,
vuestros discursos… aún menos.
En el mundo real
seguiremos con lo nuestro, ya que estas personas no proponen nada
mejor, sólo juegos de palabras, y la ciencia ha mostrado ser mucho
más útil que cualquiera de sus panfletos irracionalistas. A estos
postmodernos, que cuestionan la ciencia, queremos invitarles
finalmente a “contrastar” una ley muy conocida: la ley de la
gravedad. ¿Cómo? Saltando por la ventana. Me imagino que toda
vuestra charlatanería irracionalista y pseudocientífica se verá
acallada ante la visión de vuestros sesos desparramados sobre el
asfalto. ¿Verdad?. Recordad que el movimiento se demuestra andando,
y no nos hagáis perder el tiempo con retórica sofista.
Notas
[1] Se puede consultar a
este respecto "La trampa del nacionalismo: sindicalismo
revolucionario y fascismo" en Solidaridad Obrera:
primera parte
primera parte
y segunda parte
(https://lasoli.cnt.cat/2019/12/23/el-parany-del-nacionalisme-sindicalisme-revolucionari-i-feixisme-ii/).
[2] Para más información
sobre el sindicalismo revolucionario francés tienes un artículo en
Solidaridad Obrera al respecto:
https://lasoli.cnt.cat/2019/04/11/internacional-el-sindicalisme-revolucionari-frances/
[3] Sobre posmodernismo
tienes publicado en Solidaridad Obrera:
https://lasoli.cnt.cat/2019/10/21/cultura-ciencia-pseudociencia-i-postmodernisme-i-introduccio/
Referencias
Chalmers,
A. (1987). ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?. Siglo XX de
España Editores, S.A: Madrid.
Echeverría,
J. (1989). Introducción a la Metodología de la Ciencia: la
Filosofía de la Ciencia en el siglo XX. Barcanova: Barcelona.
* Foto de Paul Feyerabend
* Foto de Paul Feyerabend
________________________________________________
Sí, absolutamente sí.
ResponderEliminarNo queda más que una revolución ilustrada. Librepensamiento y ciencia contra la superstición y el engaño.
Recomendable "Filosofía de la técnología" de Mario Bunge. En general toda la obra de Bunge.
Saludo
Estoy plenamente de acuerdo con tu recomendación.
EliminarGracias, y salud.
El problema es que la ciencia y la técnica, entendidas como herramientas de la razón instrumental cuyo único fin es la dominación de la naturaleza y del otro, se han elevado a la categoría ideológica de religión y nos conduce irracional e irremediablemente a la ventana para que todo el mundo, incluyendo el planeta, salte y vea sus sesos desparramados sobre el asfalto. Salud!
ResponderEliminarEl problema, entonces, no es de la ciencia sino del modo y de los fines con que se utiliza. Si la azada forjada para cultivar la tierra se utiliza para partirle el cráneo a alguien, el problema no reside en la azada sino en su uso criminal. Es este sistema el que pervierte e impregna TODO con su insensata ideología. Hay que rescatar la ciencia de su secuestro y volver a situarla donde le corresponde: al servicio de la vida.
EliminarSalud!
Para abundar en el tema:
Eliminar"Ciencia y religión: los riesgos del creacionismo" - Antonio Lazcano
https://youtu.be/1UhbdPQ5wcw
Absolutamente de acuerdo. Y gracias por los otros vídeos. Salud!
EliminarDesde el punto en que crees que una paloma se folla a una señora y la deja preñada sin romperle el himen puedes creer cualquier cosa. Al final la realidad supera la ficción y todos esos que esperan que les lleguen salvadores y tal mueren como miserables ratas dando gracias a su verdugo en el peor de los casos.
ResponderEliminarSalud!
Igual era una paloma mensajera empleada de un banco de semen. :)
EliminarYo, como cantaba Javier Krahe, "prefiero caminar con una dudad, que con un mal axioma".
Salud!