Público
– 12/03/2020
Hace sólo ocho años,
allá por abril de 2012, el Fondo Monetario Internacional proponía
los recortes en las prestaciones sociales y el retraso de la edad de
jubilación como medidas urgentes "ante el riesgo de que la
gente viva más de lo esperado". El entrecomillado funciona
aquí igual que la mascarilla para evitar el contagio por el
coronavirus, es decir, no es que sirva de mucho, pero al menos mitiga
un poco la impresión de asco. Detrás de esta frase tan elegante se
encontraba la no menos elegante directora del FMI, Christine Lagarde,
una señora de 56 años que había sucedido al frente de la
institución a dos notorios delincuentes, Dominique Strauss-Kahn y
Rodrigo Rato, y que contaba con un historial de desmanes casi tan
sospechoso como el de sus antecesores en el cargo.
Ocho años después, hay
que reconocer que la buena señora llevaba algo de razón en sus
previsiones eugenésicas, no sólo por motivos demográficos, sino
porque el peligro de que cierta gente siga viviendo más allá de lo
razonable resulta demasiado alto. Por ejemplo, la propia Christine
Lagarde tiene ahora 64 años y es presidenta del Banco Central
Europeo, otra institución filantrópica dedicada a hacer más
llevadera la difícil existencia de los multimillonarios. En todo ese
tiempo, aparte de acumular sueldos inverosímiles y lanzar propuestas
medievales como la quita del diez por ciento a los ahorros familiares
para reducir la deuda pública, a Lagarde ni siquiera se le ha
ocurrido poner en práctica sus propios consejos y morirse para dar
ejemplo.
Una de las grandes
lecciones que no aprendimos de la crisis de 2008 es que estábamos
viviendo por encima de nuestras posibilidades, que entre los pobres
que malvivían debajo de un puente y los pringados que apenas
podíamos pagar una hipoteca no lográbamos sacar adelante la
financiación de los peluqueros de Lagarde, las alegres borracheras
de Juncker, los fiascos petrolíferos de Florentino y las pensiones
Nescafé del rey emérito, un señor tan rumboso que trata a sus
amigas como si fuesen reinas. Ahora, ante el descalabro económico
provocado por la crisis del coronavirus, los madrileños hemos
descubierto que también estamos sobreviviendo por encima de nuestras
expectativas, colapsando servicios sanitarios que fueron víctimas de
los tijeretazos en los tiempos de Aguirre y enfermando por esa puta
manía de coger el metro para ir al trabajo en lugar de alquilar un
helicóptero o una limusina con cristales blindados, como hace la
gente responsable.
Con el espacio aéreo
recién clausurado entre Estados Unidos y Europa, de repente el
Brexit parece una buena idea. Lo cierto es que la pandemia, tal como
acaba de catalogarla la OMS, con sus picos de mortalidad centrados en
ancianos y enfermos inmunodeprimidos, parece diseñada por la
mismísima Christine Lagarde junto a unos cuantos arquitectos de
Treblinka. Hace unas semanas estábamos discutiendo a voces la
viabilidad de una ley de eutanasia más allá de los lastres morales
de la Biblia y ahora el coronavirus nos ofrece una selección natural
calcada de las siete plagas de Egipto. Nunca hay que subestimar aquel
principio freudiano de temer lo que secretamente se desea,
especialmente cuando viene bendecido desde las más altas instancias
europeas. Mientras tanto, como Pilatos, lavémonos las manos.
Qué bueno! Y también, el coronavirus como forma enmascarillada de colarnos otra crisis económica anunciada. Salud y papel higiénico y aplausos en las ventanas.
ResponderEliminarEl coronavirus no es el auténtico mal, sólo viene a anunciarlo. Todavía no logro comprender a qué se debe ese afán de acaparar papel higiénico. Y los aplausos, por motivos evidentes, bien podrían dedicárselos a las sufridas cajeras de los supermercados, a los repartidores de pizzas y a los empleados/as de ese campo de concentración llamado Amazon.
EliminarSalud!... (nos va hacer falta)
"La propaganda de los grandes grupos económicos y mediáticos oculta la realidad e impide comprender adecuadamente lo que está ocurriendo. Transformar la compleja estructura social de un tren sin frenos, como el capitalismo, requiere imaginar una sociedad distinta y realizar un cambio radical con políticas globales sistémicas en ecología, economía y salud, que diseñen y experimenten formas alternativas de vida en un modelo productivo y de consumo más justo, homeostático, simple y saludable. Un primer paso necesario es no engañarnos con las informaciones incompletas, emocionales o tóxicas del relato mediático hegemónico del coronavirus y tratar de comprender la crisis sistémica que oculta." Joan Benach
Eliminarhttps://mamvas.blogspot.com/2020/03/el-relato-oficial-del-coronavirus.html?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed:+feedburner/Dqyr+(Jaque+al+Neoliberalismo)
Sí, señor. Excelente. Salud!
EliminarEsta misma es la propuesta de UK, que se infecten y los que lo superen pues más para ellos. Pero se olvidan de los daños colaterales de dichas políticas, miles de jóvenes muertos.
ResponderEliminarSon culturas nefastas heridas de muerte. Los ingleses ni si quiera han rechistado ante el genocidio. Hasta que no tengan un par de miles de muerto no escucharemos voces de cambio.
Salud!