PáginaI12
– 12/04/2020
Coronavirus en Estados
Unidos: El miedo de Kissinger
Hace muchos años que se
pronostica el ocaso inevitable de la supremacía norteamericana. Pero
¿cómo probarlo? Muchos argumentos parecían nacidos más de una
expresión de deseos que de una posibilidad real. Hoy, ya no hay
dudas. Estrategas como Henry Kissinger, político clave en la
construcción del imperio y experto como pocos en los laberintos del
poder, reconocen el irremediable fin de la hegemonía
estadounidense.
Las postales dramáticas
que el Covid-19 está sembrando en distintas partes del territorio
norteamericano confirman esa hipótesis. Y no por las altísimas
cifras de muertos, ni por la imperdonable falta de insumos básicos
en un país de semejante riqueza, ni por la deficiencia y crueldad de
su sistema de salud pública. Estas no son más que consecuencias del
capitalismo salvaje que tienen muy sin cuidado al establishment
mundial, partidario, como se sabe, del darwinismo social y la
sobrevivencia de los ricos.
En su último artículo
"La pandemia del coronavirus va a alterar para siempre el orden
mundial", publicado el pasado 3 de abril en el diario The
Wall Street Journal, Kissinger expresa abiertamente sus dos
grandes temores. Después del Covid-19 ¿se podrán "salvaguardar
los principios del orden mundial liberal"? "Un país dividido
como Estados Unidos ¿será capaz de liderar la transición al orden
posterior al coronavirus?"
No por casualidad, el
texto comienza añorando aquel "lejano tiempo" del Plan Marshall
y el Proyecto Manhattan los programas que, justamente, permitieron a
EEUU catapultarse como potencia mundial en la segunda mitad del siglo
XX. El primero de "auxilio" para el crecimiento de Europa Occidental y
el segundo para el desarrollo de la bomba atómica.
El contraste con la
actualidad se hace patente. A diferencia de entonces hoy EEUU no
puede ofrecer, al resto del planeta, ningún ideal civilizatorio
salvo la depredación financiera y medioambiental. En plena
crisis de coronavirus, carece de líderes capaces de hacer buenos
diagnósticos y, por lo tanto, de una voz autorizada que proponga una
salida colectiva. Lo que percibe Kissinger es la pérdida, incluso,
de esa fuerza simbólica, propia de los liderazgos, que durante
décadas hizo creer al mundo que los norteamericanos eran los únicos
capaces de resolver el caos.
Ahora, países
demonizados (y rivales) como Rusia y China tiene que asistir a EEUU y
¡¡el presidente Donald Trump en persona –no por twitter– tuvo que
salir a agradecerlo!!
Kissinger, cómplice de
tantos genocidios, apunta al corazón del dilema. El imperio se
edificó en “la creencia de que sus instituciones pueden prever
calamidades, detener su impacto y restaurar la estabilidad. Cuando
termine la pandemia de Covid-19, se percibirá que las instituciones
de muchos países han fallado”, escribió. "La prueba final
será si se mantiene la confianza pública en la capacidad de los
estadounidenses para gobernarse a sí mismos".
Sin ser explícito, el
estratega de 96 años, admite el fin de la supremacía y baraja, como
mal menor, un co-gobierno mundial donde EEUU mantenga alguna voz. La
“agitación política y económica que ha desatado el virus podría
durar generaciones y ni siquiera EEUU puede hacerlo solo. Debe
combinarse una visión y un programa de colaboración global”,
arriesga. Entretanto existe un enorme peligro.
El intento de ocultar el
derrumbe imperial –como parece estar haciéndolo el presidente
Donald Trump en estos días– puede adoptar formas criminales. En
medio de una catástrofe pandémica sin precedentes, el Pentágono
anunció el lanzamiento de una peligrosa operación militar contra
Venezuela, que se suma al severo bloqueo que ya sufre ese país
por parte de EEUU y sus aliados.
Si el invento de
proclamar a Juan Guaidó como presidente trucho fue acompañado por
50 de los 200 países que hay en el mundo, esta aventura, según
cifras de EEUU, cuenta con el aval de apenas 20 naciones. Un acto de
bravuconería que no hace más que confirmar el ocaso del liderazgo
norteamericano y que fue duramente criticada por Rusia el pasado 9 de
abril. "Después de estudiar el contenido de la iniciativa de
Washington –dice el comunicado de la cancillería rusa– creemos
que no merece una respuesta seria".
El texto de Kissinger es
un llamado desesperado a los dueños del mundo por temor a que algo
se vaya de las manos. Nos toca al resto, a los países poderosos y no
tanto, ser campo de contención al pánico del establishment
global. Es hora de defender, hasta las últimas consecuencias,
los principios de paz, humanismo y no injerencia. Es la hora de la
cordura.
Ha tenido que llegar la epidemia del virus y la ancianidad de Kissinger para algunos botarates supremacistas vean temblar cómo se acerca el fin del imperialismo.
ResponderEliminarSalud
Como alguien dijo, EEUU ha transitado de la barbarie a la decadencia sin pasar por la civilización.
EliminarSalud
Que sea el fin de USA no significa el fin del capitalismo, el cual vuelve a mutar en la forma de capitalismo de estado. Decir que esta fase mutante es un grado inferior de desarrollo del capitalismo y que mientras la tasa de ganancia vaya para atrás seguiremos viendo como los distintos aparatos se deshacen de capas hasta quedar en lo que siempre fueron: ejércitos de hienas que saquean los territorios que ocupan.
ResponderEliminarSalud!
Ya ha quedado claro como actúa el enemigo, va siendo hora de organizarse y ver cómo lo enfrentamos nosotras.
EliminarSalud!