Fragmentos extraídos de
CONTRAPUNT●
Corsino Vela –
05/04/2020
Las medidas de paz social
subvencionada van especialmente orientadas a atajar
la previsible reacción reivindicativa de los trabajadores y
desempleados, así como a la gestión dentro de unos límites
tolerables del conjunto de la población empobrecida (jubilados,
enfermos, sin techo, etc.).
La reactivación de la
lucha de clase dependerá, además, del nivel de penetración entre
la clase trabajadora del nuevo pacto social que los gobiernos
representantes de los intereses del capital industrial y financiero
de cada país comienzan a predicar para hacer frente a la recesión
económica resultante de la pandemia.
Concretamente, en España
ya se ha comenzado a invocar una reedición de los Pactos de la
Moncloa; o sea, la formación de un consenso o frente nacional que
comprenda a todos los partidos parlamentarios y, en esta ocasión,
incluya también a los sindicatos. Con diversos matices y fórmulas
en cada país, una vez más estamos ante la reactivación del
nacionalismo y del supuesto interés común entre la élite
capitalista y la clase trabajadora para la reconstrucción de la
economía nacional. Que esa falacia resulte exitosa dependerá de las
contrapartidas materiales que pueda ofrecer cada facción nacional de
la burguesía mundial a su respectiva clase trabajadora; algo que,
como hemos visto, se vuelve especialmente problemático sin las
perspectivas de una expansión capitalista de largo alcance.
Por otro lado, es
importante subrayar que la situación actual ha puesto en evidencia
la condición completamente inerme de la sociedad capitalista cuya
reacción, ante lo que se nos presenta como un cataclismo, no es otra
que la de ponerse en manos del gobierno respectivo. Es una renuncia
práctica a la autonomía y un plegamiento bajo las directrices del
estado de una sociedad que, acostumbrada a la delegación de sus
funciones en los profesionales de la política, ha sido privada de
recursos y medios materiales para gestionar su propia intervención
frente a la eventualidad de cualquier desastre, ya sea natural o
provocado. Una sociedad incapaz de reaccionar en una circunstancia en
la que los gestores del capital, además de corruptos, demuestran su
incompetencia a la hora de "protegernos", de garantizar la
seguridad a la sociedad que administran.
Se hace cada vez más
evidente que tenemos que tomar las riendas de nuestra propia vida
porque la delegación en las instituciones del estado no garantiza
nada, ni empleo, ni el bienestar prometido, ni seguridad, ni salud.
La democracia de
consumidores se tambalea porque la clase gestora dominante no está
en condiciones de ofrecer contrapartidas en el grado y extensión que
son necesarias para la reproducción social en las actuales
condiciones de desarrollo capitalista.
En este sentido, es una
oportunidad de intervención y reapropiación de medios y recursos,
pero sobre todo también de desarrollar la crítica práctica del
modo de reproducción actual mediante el cuestionamiento de las
categorías y condiciones de la misma. Ya es un lugar común afirmar
que nada volverá a ser como antes, que no volverá el estado de
bienestar, ni el sistema sanitario universal, etc. Las propuestas
desde la clase dominante son incongruentes hasta el punto que
pretenden reproducir la dinámica anterior a la pandemia que nos ha
llevado a la actual situación.
Por eso es también una
ocasión para preguntarnos si es esa la sanidad, el bienestar, etc.
que queremos; si la manera de subvenir a nuestras necesidades es la
que dicta la economía de mercado a través del consumo creciente de
mercancías. Es, como mínimo, una ocasión para cuestionar las
prácticas y categorías interiorizadas en nuestra condición
proletarizada, en tanto sujetos sometidos al capital.
Por lo demás, en lo que
concierne a la forma política del capital en la actualidad, podemos
comprobar cómo la forma de la democracia heredada de la revolución
burguesa se ha ido vaciando de contenido mediante la progresiva
erosión de las libertades formales y los derechos individuales hacia
una especie de totalitarismo democrático. En este aspecto, la
pandemia es un campo de experimentación para nuevas formas de
gestión de masas por medio de las aplicaciones tecnológicas de
supervisión, como ya están haciendo en China y Corea del Sur, para
la identificación facial y el seguimiento de los individuos a través
de la telefonía móvil.
Esta liquidación de
la democracia formal responde claramente a una estrategia de la clase
dominante para llevar a cabo el control preventivo y punitivo de
quienes no respetan el orden establecido en la medida que las
posibilidades de mantener las expectativas de la sociedad de
consumidores son cada vez más limitadas.
Una de las vías que abre
la presente situación de crisis es precisamente, como decía antes,
la posibilidad de tomar en nuestras manos nuestras propias vidas, los
recursos y los medios que la hacen posible. Ahí nos ponemos ante los
límites prácticos de la autogestión en cuanto a la esfera de la
producción qué producir y con qué medios y de qué modo. El mero
cambio en la forma de gestión del sistema industrial bajo el control
obrero no representa por sí mismo la transformación automática del
modo de producción capitalista. El sistema productivo de la sociedad
industrial no puede ser realmente autogestionado porque es el
resultado de una organización de la producción autoriaria y
piramidal, basada en el sistema tecnocientífico, y orientada a la
subordinación del ser humano a la máquina; es el sistema de
producción acorde con la sociedad capitalista: jerárquica y
autoritaria, compleja (burocratizada) y de sometimiento social
(dominación de clase).
En el movimiento obrero
industrial del capitalismo ascendente, la consigna de reapropiación
de los medios de producción respondía a su momento histórico, es
decir, a la ilusión progresista del proletariado que expresaba de
ese modo la dominación formal del capital a través de la
incorporación en el proletariado de la ideología burguesa del
progreso y el entusiasmo por las máquinas "liberadoras"
del trabajo.
Sin embargo, la
experiencia histórica de la lucha de clase nos enseña que del
sistema capitalista de producción de bienes y servicios ni todo es
reapropiable ni tampoco reconvertible. Pensemos simplemente en los
complejos industriales productores de nocividad, petroquímicos,
nucleares o en las técnicas de producción agroindustrial. Sin duda,
la idea de emancipación de la humanidad proletarizada ya es
inseparable de su liberación del universo maquínico heredado del
modo de producción capitalista. Los ludditas no destruían las
máquinas simplemente por la natural resistencia al sometimiento
asalariado, sino porque atentaba contra las condiciones de vida de la
comunidad. Y ahí radica el profundo significado de su lucha.
En cualquier caso, es
fundamental introducir en la crítica del capital, entendido como
relación social, la crítica de la industrialización, de la
tecnología y de la ciencia como categorías y prácticas
determinantes de la dominación de clase, capciosamente incorporadas
en la conciencia de la población proletarizada.
Quiero llamar la atención
sobre la aparente revalorización social de esos servicios y
particularmente de los cuidados. Todo el aparato mediático se ha
volcado en alabanzas a los "héroes" de la pandemia
(personal sanitario, de los supermercados, del transporte, etc.). Es
como si de repente, hubiéramos descubierto que miles de hombres y
mujeres sumergidos en modestas actividades, fuertemente precarizadas
y, desde luego, nada espectaculares o "creativas",
desarrollan un trabajo decisivo y realmente necesario para la vida. Y
tengo mis dudas acerca de que esa gente que a las ocho de la tarde
ritualmente se asoma a los balcones a aplaudir a ese abnegado
colectivo, se habrá preguntado alguna vez acerca de las condiciones
de trabajo de esas personas ahora mediáticamente heroizadas. Y,
sobre todo, si también será solidaria cuando las hoy ensalzadas
dejen de ser objetivo preferente del aparato mediático.
Las implicaciones
teóricas y prácticas de todo ello llevan directamente a
cuestionarnos con toda la radicalidad que la situación exige acerca
del trabajo, es decir, del trabajo socialmente necesario y de su
relación con la vida humana que, en las actuales condiciones de
sometimiento a la valorización del capital, no tiene otro horizonte
que su preparación para el próximo desastre.
Me quedo con lo resaltado en negrita. Este año el IBEX se que da sin dividendos. Eso sí que es una situación insoportable para el estado.
ResponderEliminarSalud!
Qué se le va hacer, tendremos que trabajar más y cobrar menos, como decía aquel jefe de la Ladronal (con L).
EliminarSalud!