Este artículo ¿Ser
libres para la liberación?, escrito por Anselm Jappe hace
8 años y publicado en El
Radical Libre el 1 de agosto de 2012, cobra renovada vigencia en la crisis
actual. De dicho artículo, que puede leerse completo en el enlace ya indicado, extraigo el siguiente fragmento.
"Lo que vemos hoy, es
el derrumbe de un sistema, su auto-destrucción, su agotamiento, su
hundimiento. Finalmente, se topó con sus límites, con los límites
de la valorización del valor, que se ubicaban en su núcleo desde un
principio. El capitalismo es esencialmente una producción de valor,
que se representa en el dinero. En la producción capitalista, solo
lo que permite conseguir dinero tiene interés. Esto no se debe
principalmente a la codicia de unos capitalistas malvados. Deriva del
hecho de que solo el trabajo puede atribuirles “valor” a las
mercancías. Esto implica que las tecnologías no añaden un valor
suplementario a las mercancías. Conforme más se usan maquinarias y
nuevas tecnologías, menos valor hay en cada mercancía. Pero, la
competencia empuja incesantemente a los dueños del capital a
utilizar tecnologías que remplacen al trabajo. De esta manera, el
capitalismo destruye sus propias bases, y lo hace desde el inicio.
Solo el aumento continuo de la producción de mercancías puede
contrarrestar el hecho de que cada mercancía contiene cada vez menos
“valor”, y por lo tanto también menos plusvalor, traducible en
dinero. Son conocidas las consecuencias ecológicas y sociales de
esta loca carrera hacia una mayor productividad. Pero es también
importante subrayar que la caída de la masa de valor no puede ser
compensada eternamente y que provoca finalmente una crisis de la
acumulación del capital mismo. En las últimas décadas, una
acumulación deficiente ha sido sustituida por la simulación a
través de la finanza y el crédito. Ahora, esta forma de vida “bajo
perfusión” del capital encontró también sus límites y la crisis
del mecanismo de la valorización parece ahora irreversible.
Esta crisis no es, como
algunos quieren hacer creer, una trampa de los capitalistas para
imponer medidas aún más desfavorables a los trabajadores y los
beneficiarios de ayudas públicas, para desmantelar las estructuras
públicas y aumentar las ganancias de los bancos y de los
super-ricos. Es cierto que algunos actores económicos logran sacar
grandes beneficios de la crisis, pero esto solo significa que un
pastel cada vez más pequeño se divide en porciones más grandes
entre un número más reducido de competidores. Es evidente que esta
crisis está fuera de control y amenaza a la supervivencia del
sistema capitalista en cuanto tal.
Por supuesto, no
significa necesariamente que estemos asistiendo al último acto del
drama iniciado hace 250 años. Que el capitalismo haya alcanzado sus
límites –en términos económicos, ecológicos, energéticos–
no significa que vaya a derrumbarse de un día para otro, aunque esto
no esté del todo excluido. Más bien se puede prever un largo
periodo de declive de la sociedad capitalista, con unos islotes
repartidos en todas partes, a veces protegidos por muros, en donde la
reproducción capitalista aún funcionaría, y con amplias regiones
de tierra quemada, en donde los sujetos post-mercantiles buscarían
sobrevivir de cualquier forma posible. El tráfico de drogas y los
que rebuscan en los basureros son dos de los rostros más
emblemáticos de un mundo que reduce a los seres humanos a la
condición de “desechos”, cuyo mayor problema ya no es el de ser
explotados sino simplemente de resultar superfluos desde el punto de
vista de la economía mercantil, sin tener la posibilidad de regresar
a las formas pre-capitalistas de una economía de subsistencia,
basada en la agricultura y la artesanía. Ahí donde el capitalismo y
su ciclo de producción y consumo dejará de funcionar, no será
posible regresar a las antiguas formas sociales. El riesgo es entrar
en nuevas configuraciones que combinen los peores elementos de las
formaciones sociales anteriores. Y no hay duda de que quienes vivirán
en los sectores de la sociedad que aún funcionen van a defender sus
privilegios con todo, con armas y técnicas de vigilancia cada vez
más perfeccionadas. Como bestia agonizante, el capitalismo puede
todavía causar terribles estragos, no solo desencadenando guerras y
violencias de todo tipo, sino también provocando daños ecológicos
irreversibles, con la diseminación de OGM, de nanopartículas, etc.
Entonces, la pésima salud del capitalismo sólo es una condición
necesaria para el advenimiento de una sociedad liberada; de ninguna
manera es una condición suficiente, en términos filosóficos. El
hecho de que la cárcel esté en llamas no nos sirve de nada si la
puerta no se abre, o si se abre hacia un precipicio".
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Inexorable "caída tendencial de la tasa de ganancia".
ResponderEliminarTodo tiene un límite, lo difícil a veces es saber cuándo se ha alcanzado.
EliminarComo dice Juan José si cae la ganancia disminuye la inversión, y por tanto disminuye la producción, afectando al salario. Pero que el proceso se vea afectado momentaneamente no implica que lo sea permanentemente. El capital y su ganancia tiene muchas formas de expandirse y contraerse como bien explicó marx. Tal vez la guerra no sea la forma más adecuada pero es una de las posibilidades. Junto con las quiebras, fusiones, monopolios y duming de varios tipos. Eso sin mencionar que puede vivir en forma de capitalismo de estado.
ResponderEliminarEl capitalismo no caerá si nosotros no lo tiramos. Pero estamos en ello.
Salud!
El proceso se ve afectado, pero no interrumpido. Lo cual quiere decir que la carga sigue estando sobre las mismas espaldas y las ganancias fluyen hacia arriba, como bien sabe Bezos y sus pares.
EliminarSalud!